Crónica por Claudia Valdés Muñoz /Economista PUC socia BBSC
La expresión: «Cuánto quiere pagar de impuesto?», era una pregunta que no faltaba a la hora de realizar los cierres anuales, por centenares de contadores, que apegados a las malas prácticas, mantenían a su «cliente» feliz, en tanto que el pago el tributo, fuera el menor posible.
Este anhelo de optimizar el pago del tributo, es fielmente compartido; y va en la línea con el principio de optimización que debe acompañar a la gestión empresarial, en una economía de libre mercado; no obstante, en cualquier materia profesional, el límite debe estar dado por la ética, en tanto, además de preguntar, el contador hubiese informado al empresario, directivo o gerente, de la forma de aplicar las malas prácticas. Es decir, explicar con detalle los centenares de artículos que no se estaban cumpliendo, y que desde hace mucho estaban contenidos en varios cuerpos legales de nuestro país, probablemente el empresario, directivo o gerente, habría podido elegir cuál camino tomar.
Esta forma de actuar, me recuerda a un gerente general que conocí, que estaba muy feliz luego de la disminución en los costos de producción, que un nuevo proceso productivo. Al consultar por el «héroe» de esta reducción, me comenta que habían contratado hace unos 6 meses, un nuevo gerente de línea, y que había logrado, en dicho período, lo que otros no habían logrado en años. Como especialista les pedí que me permitiera realizar un control del proceso productivo, y luego de revisar el comportamiento de las variables críticas, detectamos que las mayores mejoras venían de los nuevos costos asociados a un cambio en las materias primas.
Solicitamos pruebas de laboratorio, y aplicamos la ISO para la verificación de proveedores; hasta que finalmente, concluimos que el nuevo gerente de línea, había incorporado materias primas que causaban daño severo en el ser humano y el medio ambiente, de forma irreparable, debido a que no contaban con los cánones de calidad y depuración necesarios.
Esto no sólo causó un problema en los productos finales fabricados, sino que además, una paralización de la fábrica debido al proceso de cuarentena a la cual debió ser expuesta.
La crónica del profesional exitoso, sin que de por medio medie talento, ingeniería, procesos y trabajo; sin duda, tiene una muerte anunciada. Sin embargo, en materia tributaria, y sin que medien papeles vinculantes entre los que son los contribuyentes, y quienes fueron sus contadores, la cuenta la pagarán los empresarios, directivo y gerentes.
No quiero decir que todos son víctimas inocentes de un sistema; pero, si creo que la inconciencia con la que han actuado centenares de contadores y abogados tributaristas en nuestro país, no tiene precio. Debido a que siempre, es responsabilidad del especialista asesor, en cualquier materia, y bajo cualquier régimen de dependencia y subordinación; informar adecuadamente de las decisiones que se toman.
Hoy estamos en medio de las informaciones de las declaraciones juradas 1847, 1925 y 1926; y es claro, para quienes nos dedicamos a esto, reconocer el rol de verificación y trazabilidad que busca el SII, respecto de la constitución de saldos. Llegar a esta convicción es consecuencia de la suma de muchas horas de estudio, otras más de trabajo, y madurez profesional. Todo hacia adelante se puede resolver, con una buena presentación, que permita corregir en lo que se pueda, pero queda la indignación de reconocer en los papeles, el mal trabajo, la desinteligencia, y finalmente, la imprudencia desmedida que causaron muchos profesionales en los últimos años.
Quiero finalizar, que hay un efecto en la macroeconomía no evidenciado a mi juicio, y es que finalmente, nuestro sistema económico siempre -al menos los últimos años-, se movió con X + «algo». Por la vía formal o informal, este flujo estaba presente, y se quiera o no, también, era parte del presupuesto de la nación. Este «algo», era parte del modo de pago de la libertad de elegir. Ahora, este «algo» será parte de los recursos que administre el estado; siendo así, sabemos que lo que retorne a la economía será «algo menos», por la ineficiencia propia del sistema.
La pregunta es: bajo qué modelo somos más pobres, económicamente hablando. Y aunque la respuesta es obvia. Me permito dejarla para la reflexión, de quien lea el presente artículo.
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