La innovación es un término que últimamente se ha puesto muy de moda y más desde el estallido de la crisis. El problema de utilizar con demasiada frecuencia un término es que se corre el riesgo de que se convierta en un término comodín, sirve para todo y no dice nada.
En ocasiones se habla de empresas innovadoras, pero pocos sabrían decir en que son innovadoras. ¿Qué ha hecho para ser innovadoras? ¿Han innovado en productos, en procesos, en canales de relación…?
La innovación en la empresa, debe ser diferenciadora, debe dar una ventaja respecto a los competidores. También debe llegar en el momento justo, ni pronto ni, lógicamente, tarde…
La innovación surge al afrontar un problema e intentar darle una solución diferenciadora y que esa solución implique un avance y por tanto un éxito frente a la competencia. La innovación no debe confundirse con invención. Una innovación puede ser el utilizar métodos, técnicas o herramientas al alcance de cualquiera, pero de una manera diferente a lo que se ha hecho hasta entonces.
La innovación implica cambio, implica hacer o pensar diferente y en ocasiones de una cierta manera irracional y por tanto al ser humano le cuesta ser innovador. Uno de los mayores peligros de la innovación es la resistencia al cambio. Esta resistencia te hace desechar algunas buenas ideas que se presentan y que pueden ser realmente exitosas, pero que por ser diferentes en un primer momento son rechazadas. De las diversas técnicas de trabajo, que ayudan a la resolución de problemas, todas recalcan que nunca se deben de juzgar y desestimar ideas a priori. El momento para desecharlas será tras un estudio de viabilidad.
La innovación se consigue trabajando, analizando nuestra empresa, comparando nuestra empresa con sus competidores. También analizando otros sectores empresariales diferentes. Se debe analizar los éxitos ajenos, pero también se deberían analizar los fracasos.
En un proceso innovador, todos deberían de participar y aportar su grano de arena. Esto no quita, que en algunas empresas existan determinados equipos de personas, que por sus características o formación tengan una capacidad mayor para coordinar o dirigir proyectos innovadores. Existen empresas en los que no hay equipos específicos de innovación y por ello son menos innovadoras, no hay una relación directa. Desde el dueño/presidente de una empresa se debe fomentar y respaldar la innovación y de ahí hacia abajo. Por tanto no es mala idea tener diferentes charlas sesiones destinadas a “evangelizar” al conjunto de la empresa.
Existen diversas técnicas de resolución de problemas, cuyo resultado puede ser innovador. Estas técnicas sistematizan sobre todo los mecanismos de generación de ideas. Por tanto la innovación no es una tarea reservada a unos pocos privilegiados. La innovación es algo al alcance de todos, solo hay que trabajar, ser sistemático y sobre todo ser paciente.
Innovación no es invención. En los momentos que corren la innovación tecnológica, es fácilmente copiable, por tanto no centrarse solo en tecnología.
Una correcta organización en una empresa favorece la innovación. La manera en que una empresa organiza sus áreas puede favorecer, o por lo menos no perjudicar, la tarea innovadora. Cierto es que en muchas empresas existen áreas de innovación, pero no menos cierto es que la tarea de innovar no debería ser exclusiva de los integrantes de esta área. De hecho la tarea de dichos integrantes, debería ser la de coordinar y focalizar las ideas, organizar proyectos, tareas de investigación de mercados.
Una estructura demasiado vertical en la que las diferentes áreas no se comuniquen entre sí, no favorece el intercambio de ideas ni conocimientos, por lo tanto no favorece la generación de ideas innovadoras. En una fase de generación de ideas, todos los puntos de vista son necesarios.
Claudia Valdés Muñoz